miércoles, 7 de febrero de 2018

La estructura

Imaginemos que tenemos en nuestras manos un típico encéfalo humano de unos 1400 gramos. La esponjosa capa exterior que sentimos en nuestras manos es la corteza, es decir, la capa más externa del cerebro. Esta corteza crece mucho durante el desarrollo embrionario e incluso después de nacer,  lo que hace que se pliegue mucho y podamos ver todos esos surcos en la superficie. 
¿Veis que algunos de estos surcos son más profundos? 
Esos son los que separan los lóbulos principales de la corteza
¿Y cuáles son esos surcos y esos lóbulos principales? Veámoslo con una imagen sencilla.


En esta misma imagen, de color blanco, vemos el cerebelo, también con muchos surcos, y el inicio del tronco del encéfalo. En las personas vivas el tronco del encéfalo va unido con la médula espinal, vinculando el encéfalo con el resto del cuerpo. 
Pero esta es sólo la visión exterior, ¿qué ocurre cuando observamos el interior?
Para ver la parte interna necesitaríamos separar con cuidado los dos hemisferios. Debido a que existe simetría, da igual cuál de los lados miremos, en ambos veremos lo mismo. Además de poder distinguir igualmente los lóbulos, el cerebelo y el tronco encefálico o tallo cerebral, observaremos el cuerpo calloso, como una membrana que separa los dos hemisferios, el tálamo, que es el centro sensorial del organismo, el hipotálamo, el mesencéfalo situado justo encima del tronco y otras muchas estructuras.


Como podemos observar hay gran cantidad de estructuras en el encéfalo, y lo más importante de todo es que, aunque para cada una haya una función más o menos definida, todas ellas se coordinan para trabajar juntas.

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